"Mira, Sancho, por el mismo que denantes juraste, te juro, dijo Don Quijote, que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo. ¿Qué es posible que en cuanto ha que andas conmigo no has echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés? Y no porque sea ello así, sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven según su gusto y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos, y así eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mi el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa: y fue para providencia del sabio que es de mi parte, hacer que parezca bacía a todos, lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa que siendo él de tanta estima, todo el mundo me perseguiría por quitármele; pero como ven que no es más de un bacin de un barbero, no se curan de procuralle, como se mostró bien en el que quiso rompelle, y le dejó en el suelo sin llevarle, que a fe si le conociera que nunca él le dejara. Guárdale, amigo, que por ahora no lo he menester, que antes me tengo de quitar todas estas armas y quedar desnudo como cuando nací, si es que me da en voluntad de seguir en mi penitencia más a Roldan que a Amadís".
Capítulo XXV, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha - Miguel de Cervantes Saavedra